Pucherazos
Resulta que el Partido Popular en Melilla manejaba a su antojo el voto por correo. En una ciudad en la que tantos censados viven habitualmente fuera de su territorio el manejo de esta práctica se convierte en la llave perfecta para el acceso al gobierno.
La tradición española en el fraude electoral es realmente envidiable. Durante todo el siglo XIX los políticos de la época jugaron con las urnas tratando de solventar los posibles errores de un pueblo que, para ellos, aún no tenía la formación y el nivel suficiente para saber qué debía elegir.
Con la llegada de la Constitución de 1978 el compromiso de los partidos políticos otorgó más confianza a los resultados electorales porque todos los contendientes contribuyeron a la práctica del juego limpio. Sin embargo, con el paso de los años, aquel compromiso democrático se está perdiendo y los partidos políticos -algunos, al menos- vuelven a apelar al "todo vale" para lograr arañar el poder.
Hay métodos burdos como el de dar los sobres cerrados a los ancianos en las puertas del colegio electoral. O este de Melilla de falsificar los impresos del voto por correo. Pero hay otros métodos más sutiles. Como la utilización propagandística de un medio de comunicación de titularidad pública. O la inversión publicitaria de una entidad pública en el apoyo consciente de alguno de los candidatos. Ya no se llenan las urnas de votos antes de que llegue el primer elector, pero se sigue manipulando. Unas veces se descubre. En otras una alcaldesa se ríe de las resoluciones de la Junta Electoral de Zona.
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