Lo importante
Llevo unas semanas dándole vueltas a la cuestión de la gradación de importancia de las cosas. De las cosas inmateriales, de las cosas generales. El tema viene por un debate que abrimos en la APDHA con respecto a la iniciativa socialista de proponer la concesión del voto a determinados grupos inmigrantes. Para algunos de mis compañeros la iniciativa tenía sustancia suficiente para llevarnos a valorarla de forma concreta mientras que otros, entre los que me encuentro, considerábamos que la aprobación de la Directiva Retorno (Directiva de la Vergüenza) ensombrecía cualquier otra decisión.
Aunque el debate se cerró una vez conocida la propuesta y su escaso recorrido mi cabeza seguía dándole vueltas a la cuestión de la importancia de las cosas. Las cuestiones privadas que para mi pueden ser una preocupación grave se difuminan puestas en el contexto del grupo que me rodea y, más aún, dentro de una perspectiva más general en la que tengamos en cuenta el sufrimiento de miles, de millones de seres humanos. Mientras que haya niños que mueren de hambre en África cualquier otro problema queda totalmente relativizado. Pero, sin embargo, tenemos que seguir viviendo, preocupándonos por cuando caduca el tetrabrik de leche que tenemos en la nevera o si la cortina del dormitorio combina con la colcha de verano.
En estas estaban mis ideas revoloteando que llega Mariano Rajoy y dice que a los españoles no les preocupa la laicidad del estado o el voto de los inmigrantes, temas tratados en el congreso del partido socialista. Para Rajoy la única preocupación de los españoles es la crisis económica, el precio de los alimentos, la subida de la gasolina,... Rajoy encontró respuesta en algún dirigente socialista que le adivirtió que lo de la crisis es una cosa coyuntural y que por eso dedicaron su congreso a esas otras cuestiones importantes.
Unos y otras se tiran lo importante a la cara. Pero ayer naufragó una patera con catorce seres humanos que ahogaron su sueño de futuro frente a las costas de Motril. ¿Es eso importante? ¿Más que la crisis? ¿Más que la laicidad del estado? Para mí, sí.
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