jueves, 18 de septiembre de 2008

Las bicicletas no son para Cádiz

Me considero un defensor de la bicicleta, pero de los que cultivan el ejemplo como forma de demostrar las ventajas de este medio de transporte. Desde que viví en Italia comprobé en primera persona las ventajas que tienen las dos ruedas y los pedales para desplazarse por una ciudad sin más consumo energético que el de mis piernas. Barato, ecológico y rápido, conducir una bicicleta tiene muchísimas ventajas frente a los medios de transporte habituales.


Esto es algo que, como decía, otros países europeos tienen bastante claro. En Italia, por ejemplo, no es extraño ver a señoras mayores de la edad de mi abuela montadas en una bicicleta y con el bolso guardado en el porta objetos delantero. En Alemania u Holanda ocurre algo similar con esos ejecutivos de traje y corbata. En Dinamarca existe tal red de carriles bici que es posible atravesar el país entero de norte a sur y de este a oeste sin abandonar estas vías especiales. En París se he creado un sistema municipal de alquiler gratuito de bicicletas que permite desplazarse por la Ciudad de la Luz reduciendo contaminación y atascos.

Pero no hay que irse tan lejos para ver el auge de la bicicleta como medio de transporte. Barcelona ha creado un sistema bastante parecido al de París profundizando en la red de carriles bici y Sevilla ha seguido el ejemplo de ambas grandes ciudades con un plan revolucionario que ha cambiado el modo de ver ese "extraño elemento" que era la bicicleta en las calles sevillanas.

Evidentemente, en tiempos de crisis económica y energética la bicicleta es una apuesta segura y eso lo saben los políticos que, de una forma u otra, tratan de asociar su imagen a este medio limpio y eficaz. Gloriosa es aquella imagen de Teófila Martínez en la bicicleta cartele electoral que se inventó en mayo de 2007. Ahora es la Diputación de Cádiz la que publicita un programa que calcula el ahorro que supone utilizar la bicicleta en lugar del vehículo para los desplazamientos. Sin embargo, en estos caso es todo fachada, simple imagen y la apuesta por la bicicleta se queda en la famosa foto.

El Ayuntamiento de Cádiz creó un carril bici en la acera que produce tantos problemas como inútil resulta. Los bordillos están mal rebajados, resulta imposible compartir el carril con los peatones que lo invaden continuamente, hay zonas en las que el carril desaparece sin más solución que la de tirarse a la carretera de sopetón para, al final, resultar ser un carril que va de ningún sitio a ninguna parte.

Tampoco es posible salir de Cádiz en bicicleta puesto que las dos carreteras de salida de la ciudad (el Puente Carranza y la carretera de San Fernando) están prohíbidas para el uso ciclista. A eso hay que sumar que el proyecto de segundo puente no contempla vía ciclista alguna. La regresión a la que los políticos gaditanos someten a la bicicleta ha alcanzado su máximo punto estos días cuando se ha suprimido el arcen de Tres Caminos dirección Chiclana imposibilitando la utilización para las bicicletas de una de las vías más transitadas por los ciclistas.

Pese a que el clima, la orografia, el tamaño y el paisaje parecen indicar todo lo contrario, nuestros políticos se empeñan en confirmar que las bicicletas no son para Cádiz. Yo me resisto conduciendo la mía por las calles de mi ciudad para desplazarme sin contaminar y sin gastar en gasolina. No estoy solo. Un amplio grupo de ciclistas se reúne los primeros jueves de cada mes en forma de protesta pacífica reclamando la potenciación de la bicicleta. Nunca he podido coincidir en una de esas manifestaciones con ellos, pero su lucha es la mía. Porque la "cultura de la bicicleta" haría de Cádiz una ciudad mucho más amable.

No hay comentarios: