jueves, 11 de septiembre de 2008

Cuando el periodismo deja de serlo (I)

El sábado presencié, por escasos segundos, una de las páginas más negras y sucias de la historia de la televisión en España escrita, de nuevo y no sé cuántas veces van ya, ante las cámaras de Telecinco.


En el descanso del encuentro que enfrentaba a la selección de fútbol del estado español frente a la de Bosnia-Herzegovina practiqué el arriesgado ejercicio del zapping con la mala fortuna de que me encontré en la pantalla la imagen de una tipa sin más mérito que haber sido defendida por un caballero que, a causa de aquellos hechos, se debate entre la vida y la muerte.

La sujeto, siguiendo la línea argumental esbozada en la entrevista que había concedido una semana antes para la revista Interviú, defendía al agresor y censuraba a la víctima que se hubiera metido donde no le llamaban con malos modales.

No voy a entrar siquiera en la burda justificación del insulto para defender a quien manda a la UVi, sino más allá, a un señor que lo único que pretendía es evitar un crimen. Enric González, en El País, decía el otro día que el lugar que este caballero ocupa en el hospital estaba reservado para esta tipa. Probablemente.

Sin embargo, yo no voy a caer en la tendencia que pretendía alentar aquel programa de convetir a esta sujeto en la "nueva mala de España". Ella habrá sufrido muchos golpes, algunas vejaciones y bastantes desprecios como para que su cabeza ya no esté lo bien amueblada que debiera y el síndrome de Estocolmo gobierne todas y cada una de sus neuronas. A mi, lo que me indigna es que el programa le pagara 70.000 euros a esta "individua" por comparecer ante las cámaras. O que periodistas de cierto prestigio se prestaran a enfrentarse a ella en un gallinero televisado.

La basura impregna nuestros medios de comunicación y, de todos, Tele Cinco sigue demostrando su capacidad para ruborizarnos cada vez más. Lo que yo hice fue recuperar el mando y volver a cambiar de canal transcurridos tan solo diez segundos. Probablemente lo que deberían haber hecho todos los que se indignan en periódicos y radios. De camino, lo que debería hacer la autoridad competente es sancionar al programa o a la cadena. 

Me río de protecciones, horarios infantiles y comités éticos. Prefiero cualquier película violenta a esta demostración de realidad en la que se pone en evidencia la bajeza moral de quien vende su testimonio, aunque le deba avergonzar y de quien lo compra con el único objetivo de obtener un rédito económico. Y de esos periodistas que el sábado recorrieron, algunos por primera vez, el camino que va de la facultad al vertedero, decirles que ellos son tan ruines, indeseables y repulsivos como la tipa a la que, presuntamente, entrevistaron. 

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