domingo, 15 de noviembre de 2009

On air: La democracia y los partidos

De nuevo hay movida en el Partido Socialista en Cádiz. La responsable de la Casa del Pueblo renuncia a su cargo y el débil equilibrio de fuerzas en el que se encuentra la Agrupación Local se resquebraja. Es una lástima que estas cuestiones estén debilitando al socialismo gaditano y nos priven de una auténtica oposición al poder absoluto del teofilismo. Pero entre renuncias y expedientes, los socialistas gaditanos parecen preocupados de cualquier cosa menos de hacer oposición.

Quisiera, sin embargo, centrarme en esta cuestión, la de los expedientes. El revuelo que se generó a partir de que unos militantes socialistas abrieran una ventana en internet, en forma de blog, donde expresar sus opiniones y posiciones tanto en cuestiones de política general o municipal como las relacionadas con el funcionamiento del Partido Socialista, es una muestra de la falta de democracia endémica en los partidos políticos españoles. Desde aquel famosísimo "el que se mueva no sale en la foto" que dejó Alfonso Guerra para la posteridad, el requisito de la democracia en el funcionamiento en los partidos políticos que exige el artículo 6 de la Constitución se ha visto pisoteado en innumerables ocasiones.

Los partidos tienden a acallar las voces disonantes, a rehuir del debate, del intercambio de ideas y se han convertido en aparatos al servicio del poder o con el objetivo de conquistar el poder, pero siempre bajo la estricta orden de “prietas las filas”. Dos son las premisas para ser un militante de provecho en un partido político: inquebrantable fidelidad al líder y seguidismo ideológico. Aunque líder e ideología sean evidentemente mejorables, nunca es el momento para abrir ese tipo de debates.

Pero no creo que sea responsabilidad exclusiva de los políticos. Ni siquiera principal. Creo que los culpables de la dinámica cuartelaria en la que han entrado los partidos radica en la propia sociedad. Son los medios de comunicación los que cargan las tintas contra los partidos que consienten disidencias. Y la sociedad, en cada convocatoria electoral, tiende a castigar a aquellos partidos que han destapado sus vergüenzas, que han mostrado fisuras aunque tales fisuras sean el resultado de la contraposición de planteamientos ideológicos diversos. Es la propia sociedad la que lleva a los partidos a hacer todo lo posible para mostrar al exterior, una sola cara, una sola voz… Aunque sea a costa de dinamitar la democracia en el seno de los propios partidos.

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