El nacimiento del sueño (I)
El punto de partida de mi blog es una ventana. En concreto, la ventana que tiene la vivienda situada en la calle San Juan de Dios, 6 - Bajo, en Cádiz. Esa vivienda, de tan sólo 34,34 metros cuadrados, me ha llevado a enfrentarme con el Ayuntamiento de Cádiz que dirige Teófila Martínez y, sobre todo, con la Empresa Municipal de Vivienda de Cádiz (PROCASA) que des-gobierna el concejal a tiempo parcial Juan José Ortiz. Por eso, creo que además de contar lo que imaginariamente veo desde la ventana, debo contar la historia de esa ventana. Comienzo por un primer capítulo.
Vivir en Cádiz es algo más complicado de lo que parece. El cumplimiento del artículo 47 de la Constitución resulta mínimo en todo el Estado español, pero en Cádiz, por sus especiales circunstancias (escasez de suelo y exceso de vivienda vacacional) la situación se maximiza. Por eso, cuando el Ayuntamiento de Cádiz hizo pública la decisión de iniciar un programa de viviendas para jóvenes me interesé en el tema.
La primera opción fue la de unas viviendas en venta en los terrenos que se habían "ganado" tras el desmantelamiento de los depósitos de una empresa de hidrocarburos. Por suerte, acababa de empezar a trabajar en la Universidad de Cádiz como becario, en aquel momento cumplía los requisitos y me presenté al sorteo. Por desgracia, no salí agraciado. Aunque la desgracia es menor cuando se descubre que casi un lustro después de haberse realizado el sorteo las viviendas siguen sin haberse terminado. Me imagino la cara de aquellos que pusieron su esperanza en comenzar su vida independiente, su vida de pareja o su vida con la dignidad que ellos consideraban adecuada en la entrega de esas llaves y aún siguen esperando.
La siguiente opción fue la de la promoción de viviendas en alquiler con opción a compra. La idea, tal y como la planteaba PROCASA, resultaba atractiva: viviendas en el centro de Cádiz, entre 50 y 60 metros cuadrados, 2 o 3 dormitorios y con unas rentas bajas de alquiler. Transcurridos cinco años y las viviendas podrían ser vendidas a los arrendatarios descontando el importe de las 60 rentas pagadas.
Seguía trabajando en la Universidad, seguía ganando lo mismo y seguía estando dentro de las condiciones económicas que se planteaban en las bases de la convocatoria. Las bases eran bastante exigentes puesto que para poder aceptar la solicitud la unidad familiar tenía que recibir unos ingresos de entre 8.500 y 12.000 (aprox.) Esto equivale, más o menos, a entre 600 y 850 euros mensuales en 14 pagas lo que hacía prácticamente imposible que ninguna pareja en la que dos personas trabajasen a tiempo completo durante todo el año pudieran presentar la solicitud. A mi eso no me importaba puesto que Marta no trabajaba. En aquel momento tampoco nos planteábamos lo de vivir juntos, por lo que la solicitud la presenté yo, individualmente.
La suerte, la gran suerte, fue que me tocó. Era una opción excepcional poder ser beneficiario de un piso en esta Cádiz que llevo en el corazón en condiciones económicas notablemente mejores que las existentes en el mercado libre. Por eso cuando un amigo que trabaja en PROCASA me llamó y me contó que entre las bolas elegidas había salido la mía me dio una gran alegría: fue el nacimiento de un sueño.
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