Dos velocidades
Este fin de semana llegaron a mi ventana los ecos de la presentación del AVE malagueño. La ministra cañailla, la más odiada por los catalanes, la mujer que prefiere estar "partia antes que doblá" logró hacer llegar en plazo el tren de alta velocidad a la que ha sido desde siempre su ciudad.
Un día antes, justamente, el AVE se hizo vallisoletano y permitía a los madrileños ir a tomar cochinillo a Segovia y visitar Pucela en algo menos de una hora. Era la semana de la alta velocidad porque el día 21 debería haberse producido la inauguración del AVE barcelonés, ése que tanto añora Carod y los suyos pese a que sea sólo una muestra más de una concepción entralista del Estado en las que las comunicaciones de alta velocidad, de primera, se generan entre la gran urbe madrileña y algunas zonas periféricas.
En esa lógica en la que a la periferia llegan los rescoldos de lo que cae desde el ombligo del Estado, los gaditanos tenemos una razón más para sentirnos defraudados. Desde 1992 llevamos en Cádiz solicitando la llegada de la alta velocidad. Sólo habría sido necesario un pequeño esfuerzo para alargar ese primer AVE sevillano hasta nuestra ciudad y haber situado a Cádiz en una necesaria primera categoría de ciudades.
Ni entonces, ni quince años después. Ahora vemos cómo Málaga nos gana la mano y su costa se convierte, de nuevo, en el objetivo principal de las inversiones del Estado generando un agravio comparativo con el impulso turístico que se le pretende dar a una zona como la gaditana especialmente castigada por el desempleo.
Hace un par de años, un amigo madrileño me contó que su organización se había decantado por realizar un congreso en Málaga en lugar de en Cádiz por la mejor conexión del aeropuerto malacitano frente a la ridícula presencia internacional de los aeropuertos de la provincia de Cádiz. Ahora esos que organizan congresos, preparan vacaciones, viajan, invierten,... tienen una razón más para despreciar a Cádis y marcharse hacia Málaga: la alta velocidad.
En Cádiz, mientras, seguimos hundiéndonos como siempre, a baja velocidad.
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