Callada
Desde mi posición de republicano convencido pero respetuoso (no confundir con Barroso, republicano interesado e irrespetuoso) siempre me había admirado la figura de la reina Sofía. Como suspendida en el tiempo, pasaba por la historia de España sin más aspavientos que una leve mueca de sonrisa o tristeza dependiendo de si estaba en un concierto o en un funeral.
Probablemente, a esta imagen contribuían las palabras de su marido que la había definido como "buena profesional". Ese calificativo, que destila de todo menos ternura, servían para reforzar esa idea de reina triste de cuento. Triste pero responsable que pese a no tener el cariño de su marido (Barroso diría que porque lo repartía con cargo a los fondos reservados) seguía cumpliendo con sus obligaciones.
De todo, lo que más me ha admirado ha sido su capacidad para no dar que hablar. Se prodigaba poco en comparecencias, discursos o entrevistas. Siempre callada, así se las dieran todas juntas, la reina parecía un ejemplo de discreción monárquica realmente admirable, en estos tiempos en los que cualquiera con un poco de influencia está deseando exponer su opinión para coartar la libertad de decisión de los demás.
Sin embargo, esta semana hemos descubierto que no. Que la reina no estaba callada, que la tenían callada porque así era mejor, que si hablaba subía el pan. Esta semana ha hablado. En un libro publicado por Pilar Urbano, la reina se ha permitido frivolizar sobre los homosexuales, criticar la idoneidad de que se casen y mostrar una posición más que discutible sobre cuestiones como el aborto o la violencia sobre la mujer en el ámbito doméstico. Unas declaraciones más propias de una oyente de la COPE que de una reina.
Para mi, ha perdido todo su crédito. ¿Quién se cree ella para rechazar las manifestaciones del orgullo gay? ¿Quién es ella para posicionarse sobre una cuestión política candente? ¿Dónde está su legitimidad? Parece mentira que esta señora, con setenta años cumplidos, no se dé cuenta de que su posición es la de pasear su cardado por fundaciones, conciertos, cenas de gala, recepciones oficiales y viajes al extranjero. Hasta ahí bien, mal que nos pese a algunos. Pero si quiere opinar sobre política que renuncie al cargo o se presente a unas elecciones. Mientras tanto, callada.
La Casa Real dice ahora que lo que dijo la reina se lo dijo a la periodista en privado y se ha sacado de contexto. Me da igual. En el pecado lleva la penitencia. Una reina no puede decir ciertas cosas a ciertas personas que saben que antepondrán su interés personal e ideológico a su ética y su fidelidad. Le está bien empleado por tener a una biógrafa del Opus. Lo que es seguro, es que, a partir de ahora volverá a estar callada. Aunque alguno tenga que ponerle una mordaza.
1 comentario:
Qué hablen, QUE HABLEN MUCHO, QUE NO PAREN DE HABLAS Y DE METER LA PATA, ASÍ ESTAREMOS MÁS CERCA DE LA rEPÚBLICA
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