viernes, 3 de julio de 2009

Racistas

Esta semana he asomado otra vez el rostro por la prensa. Y de nuevo al asomarlo he visto volar algunas manos que buscaban abofetearlo. Pero esta vez no han sido los habituales voceros de la derecha que nos (mal)gobierna en la ciudad de Cádiz, sino todo lo contrario. Los medios progres (si es que hay alguno en Cádiz) me han dado de lo lindo, dedicándome incluso un editorial en el Viva Cádiz, que debe estar entre lo que más lee el gaditano medio después de las esquelas del Diario y las fotos de los cumpleaños.

Ironías al margen quiero explicar algunas cosas de cómo sucedieron los hechos, no para justificarme, sino porque internet da el derecho a la contraparte de exponer su posición. La cuestión empezó el jueves pasado cuando convocamos una rueda de prensa en la sede de la APDHA con motivo del fin de semana contra el racismo que organizábamos. En la exposición general sobre el evidente peligro de brotes racistas que existen en la actualidad y que se están desarrollando en muchos países. Hasta aquí no hay problemas. Aceptar que los holandeses se están volviendo locos porque votan a la ultraderecha, que Le Pen es fascista o que lo que pasa en Irlanda y Gran Bretaña con los trabajadores rumanos o polacos y sus familias es indigno, no parece difícil.

Sin embargo, en el desarrollo se me ocurrió señalar que no había que mirar tan lejos para encontrar riesgos de racismo. Cuando digo se me ocurrió no quiero decir que fuera una idea que surgió en aquel momento, la idea estaba preparada y consensuada con quien tenía que consensuarla, pero se me ocurrió decirla porque osé poner la realidad ante el espejo. Dije, osé decir, que ciertas reivindicaciones de que el trabajo de un pueblo fuera sólo para los nativos de ese pueblo escondían una semilla racista muy peligrosa.

Cuando lo dije y cuando en la ronda de preguntas los periodistas insistieron sobre el tema, me di cuenta de que había tocado fibra por aquello de las movilizaciones de los parados de Cádiz que reclaman trabajo ante la sede del Ayuntamiento. Por eso no me sorprendió a la mañana siguiente ver que mi amigo Alejandro Massia al que le tengo notable aprecio, dicho sea de paso, tituló algo así como "Protestas con tintes racistas" y contrapuso nuestra posición con la de esos parados. Aquello me ocasionó ser puntuado negativo en las puntuaciones del Cádiz Información y llevarme el Ha Dicho y un editorial del Viva Cádiz. Gajes del oficio.

Quizá lo que más me preocupaba era que el propio grupo de parados e lo tomase a mal y algo así ocurrió cuando una de mis compañeras me comentó que el portavoz de este grupo que hace presión a las puertas del Ayuntamiento le había reprochado, sin demasíada acritud, por cierto, el titular.

Ciertamente, yo no acusé a ese grupo de trabajadores, padres de familia en muchos casos, obraros gaditanos de ser racistas. No los conozco personalmente como para decir tal cosa. Les presumo además toda la buena intención de quienes lo están pasando muy mal, acuciados por el paro, la inestabilidad y la presión empresarial. Lo que sí que dije (y mantengo) es que hay que tener cuidado con algunos mensajes que pueden malinterpretarse y conducir al racismo. Además, que pueden volverse en nuestra contra porque si se reclama el trabajo de Cádiz para los gaditanos, en Castellón pueden hacer lo mismo y no quiero ni imaginar el colapso social que se produciría en cádiz el día que vuelvan todos nuestros exiliados económicos.

Lo que tenemos que tener claro los trabajadores es que no podemos permitir que la raza, la procedencia u otros componentes nos dividan. Porque ese es el mensaje que quieren transmitir los empresarios. Lo decía ayer Vicenç Navarro en Público

"el empresariado ha estado utilizando la inmigración (y el racismo que esta puede estimular) para dividir a la clase trabajadora, objetivo que ha sido facilitado por la enorme inseguridad que existe en las clases trabajadoras de la mayoría de países de la Unión Europea".
Evidentemente yo lo dije con menos estilo, con menos elegancia y con menos nivel. Pero dije lo que otros no se atreven a decir porque no quieren enfrentarse con grupos sociales que les dificulten sus reelecciones o sus ventas de periódicos. Pero lo dije con libertad, porque lo pienso. Y lo mantengo. Como mantengo que la gran mayoría de los que se manifiestan ante el puesto de trabajo fijo de Teófila Martínez no hace distinciones por razón de raza, nacionalidad o condición y que lo único que quiere es pan para sus hijos. Pero incluso en la desesperación hay que controlar los mensajes. O quizá más en la desesperación.

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