lunes, 13 de julio de 2009

Rayan y Dalila

Ha muerto el hijo de Dalila. Con menos de un mes la corta vida de Rayan ha encontrado su fin en el mismo hospital en el que lo encontró su madre el 30 de junio por gripe A. El hijo de la primera víctima de la pandemia gripal en España, que no había resultado contagiado de su madre, no ha podido sobrevivir, sin embargo, a un gravísimo error del personal del hospital Gregorio Marañón.


Por si alguien no lo recuerda, Dalila tuvo que acudir cuatro veces a distintos hospitales del servicio de salud de la Comunidad de Madrid para que, por fin, la internaran por estar afectada por el virus H1N1. Pero fue demasiado tarde. Horas antes de morir, en una arriesgada operación, los médicos lograron que Dalila diera a luz, mediante cesárea a un pequeño cuerpo, que no llegaba a los dos kilos y que recibía el nombre de Rayán. Dos semanas después de nacer, al parecer por un error de una enfermera, Rayan ha muerto.

La concatenación de errores, desgracias y fallecimientos que han sufrido Dalila, Rayan y, sobre todo, su marido y padre, Mohamed me suscita algunas dudas. ¿Habría fallecido Dalila de no haber sido una ciudadana marroquí? ¿Habrían mandado los médicos de los distintos hospitales de la Comunidad de Madrid a una chica española de veinte años y embarazada a su casa (hasta en tres ocasiones) con los síntomas que tenía Dalila sin cerciorarse de que no padecía la gripe A? ¿Es una muestra de la forma que tienen los servicios sanitarios de la Comunidad de Madrid de solucionar el supuesto problema de la masificación de atenciones a ciudadanos inmigrantes?

Lo de Rayan parece que ha sido otro error, que se puede personalizar en una enfermera joven y con una experiencia relativamente escasa, según todos los indicios. Y de nuevo surgen las dudas. ¿Sería tan personalizable el error si en lugar de haberlo cometido una enfermera joven lo hubiera cometido un médico con experiencia? ¿Habría salido el director del hospital con tanta celeridad mostrando el dedo acusador? ¿Por qué alguien sin experiencia en neonatos estaba al frente de esa responsabilidad?

Pero la duda esencial que me reconcome en este caso es la relativa al conjunto de la sanidad madrileña. ¿Qué opinaría doña Esperanza Aguirre si una madrileña de veinte años hubiera fallecido en un hospital marroquí afectada por la gripe A después de acudir en cuatro ocasiones a los servicios sanitarios sin lograr la atención necesaria? ¿Y si el hijo de esta madrileña hubiera fallecido por culpa de la negligencia o la deficiente organización de ese mismo hospital marroquí? ¿Y nosotros? ¿Qué opinaríamos nosotros?

Probablemente habría muchas voces analizando la ineptitud, ineficacia y falta de dotaciones de un sistema arcaico y próximo al tercermundismo, lleno de corruptelas y otros cánceres. Espero que las mismas voces se dejen oir para analizar las consecuencias de la liberalización, la privatización y la precariedad de los servicios sanitarios. Aunque sean en una ciudad moderna como Madrid.

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