domingo, 4 de octubre de 2009

On air: Lo que aprendí con Facebook

Desde el pasado jueves, intervengo semanalmente en el programa de Radio Cádiz, Hoy por hoy, Cádiz. La verdad que me hace ilusión lo de participar en el programa más gaditano de la radiodifusión mundial, tal y como lo denomina su presentador y alma mater (nunca mejor dicho) Carlos Alarcón. Semanalmente, también, trataré de publicar aquí mi comentario. Espero que no sean mis únicos posts.

Soy un fanático de las nuevas tecnologías. Mi blog tiene un par de años, no escribo una carta desde hace siglos y creo que sin internet me costaría mucho vivir. Sobreviviría, pero a duras penas.

En este ámbito cibernético mi último descubrimiento es el Facebook. La red social, además de otras finalidades espurias que mi feliz matrimonio me impide recorrer, tiene la gran virtud de permitir recuperar el contacto con personas a las que hace mucho que no ves. Pones nombres y dos apellidos y en ese gran listado universal te aparece la fotografía actualizada de aquel compañero de clase del que hace un siglo que no sabes nada.

Gracias a Facebook he podido recuperar el contacto con gran parte de los miembros de aquella clase del colegio La Inmaculada a la que Ángela Martínez Accame, nuestra señorita Angelita, tanto nos enseñó. José Miguel, Belén, Ernesto, Teresa, Erta, María, Vane, Jorge,.. Después de años sin saber nada de ellos Facebook me los ha vuelto a traer a mi escritorio.

Pero no todo han sido buenas noticias. Recuperar el contacto con aquellos niños y niñas, hombres y mujeres hoy, también me ha servido para confirmar lo que ya sabía, lo que ya temía. La gran mayoría de ellos ya no están en Cádiz. De aquella clase de 38 alumnos, no somos más de 15 los que tenemos la fortuna de seguir viviendo en la ciudad en la que crecimos. Toledo, La Coruña, Murcia, Leeds o Sevilla son algunos de los lugares en los que aquellos que compartieron Cuadernillos Rubio conmigo se hacen adultos y forman sus familias. A ellos que hoy no pueden sintonizar Radio Cádiz les dedico mi primera columna.

Pero no sólo a ellos. Porque ellos son la anécdota en una categoría más grande. Nada hacia especial aquella clase con respecto a otras muchas de una generación que, más allá del mito de Castellón, ha ido disolviéndose por el mundo, una generación que ha abandonado Cádiz. Los sentimos en nuestra infancia la gran reconversión naval, no éramos conscientes de que aquello, de una forma u otra, nos condenaría a la diáspora, añorando siempre un regreso al que sólo unos pocos afortunados nos pudimos acoger.

En su destierro, estoy seguro que con melancolía recuerdan una ciudad que no tiene trabajo ni vivienda para ellos. Pero Cádiz los necesita. Porque esta ciudad envejece a la misma velocidad con la que pierde población, músculo y sangre. Esos viejos a los que tanto debemos, padres y abuelos de nuestros emigrantes, son la gran mayoría y prefieren mantener el status quo de una ciudad con unas tasas de pobreza cercanas al 40%. Prefieren un Ayuntamiento y una alcaldesa cuya única preocupación es la imagen. Un ayuntamiento y una alcaldesa que son sólo eso. Sólo fachada, todo fachada.

1 comentario:

manolo rubiales dijo...

Qué me vais a contar, que vivo el destierro desde un pueblo en la ladera de la sierra de Huelva, donde las gaviotas sólo aparecen en los libros y en los documentales y donde el pescao siempre llega con un pijama de hielo...Ainsssm mi Cái.