viernes, 4 de diciembre de 2009

On air: Cuatro de diciembre

Ayer aproveché que hoy era cuatro de diciembre para hablar un poco de Andalucía y sus políticos. En un tono negativo, por supuesto. Porque no cabe otro viendo esta Andalucía nuestra veintidós años después:


Mañana es cuatro de diciembre. Para muchos la fecha sólo les evocará el inicio del famoso pasodoble de Raza Mora. Para otros, los menos, el cuatro de diciembre es el día de Andalucía, el verdadero. Algunos, incluso, lo consideran el día de la Nación andaluza. Son los menos. Los que aún defienden una visión nacionalista de esta adormecida Andalucía.

Veintidós años después de que un joven malagueño derramara su sangre por Andalucía, podemos decir que la sangre de Caparrós manchó la pared en vano. Aquel 4 de diciembre de 1977 muchos andaluces salieron a la calle para exigir el máximo reconocimiento constitucional a Andalucía en la creencia de que a un pueblo lo hacen las normas, cuando a los pueblos los hacen las gentes y los fortalecen los dirigentes.

El balance, pasado este tiempo no puede ser más desolador. Pero que nadie se confunda, no creo que la culpa haya que echársela a vascos y catalanes, como gusta hacer a muchos de los de aquí. Ellos han tenido siempre ese anhelo común, esa conciencia colectiva de la que aquí carecemos. Y han tenido a gobernantes dispuestos a reclamar en Madrid lo que considerasen suyo. Independientemente de si el partido que se sentaba en el Gobierno del Estado era el suyo o no.

Aquí no. En Andalucía la actitud de nuestros dirigentes ha dependido de quien estaba en La Moncloa. Los eternos socialistas del palacio de San Telmo han consentido a González y Zapatero con la misma intensidad con la que se opusieron a Aznar. Además, en su condición de eternos, han logrado una confusión absoluta entre Junta y Partido, Partido y Junta.

Así se demostró cuando Manuel Chaves abandonó la presidencia para mudarse al cómodo retiro de una Vicepresidencia estatal y designó a su sustituto, el señor Griñán, que carece de la legitimidad que ofrecen las urnas. Tan poca legitimidad tiene que ni las familias del PSOE andaluz le terminan de aceptar y se empeñan en ponerle palos en las ruedas a su voluntad de dirigir el Partido en Andalucía. Porque Griñán y sus enemigos saben que el gobierno de Andalucía, el auténtico, no está en San Telmo ni en el Hospital de las Cinco Llagas sino en la calle San Vicente, la sede sevillana del PSOE andaluz.

¡Qué pena de Andalucía! Queriendo ser Catalunya para acabar como Méjico. Con nuestro propio PRI.

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