jueves, 24 de diciembre de 2009

On air: Felices Fiestas

Hace unas horas he felicitado las fiestas en la columna que, amablemente, me cede Carlos Alarcón en el Hoy por Hoy Cádiz todos los jueves. Para no retrasarlo, utilizo el mismo mensaje para felicitar a todos (los pocos) lectores de este blog.

Participar en un programa como el Hoy por Hoy Cádiz que resuena en todas las esquinas gaditanas, tanto de la capital como del resto de la provincia, te permite entrar en muchas casas e, incluso, en alguna cabeza. Quizá sea por eso que quienes opinamos a través de estas columnas, con nuestra voz y nuestra firma, tendemos a cargar las tintas sobre las cosas que no nos gustan, sobre las cuestiones negativas, en lo social o en lo político. De eso sabe bastante mi compañero Julio Braña que recibe pocos elogios por sus críticas a Nuestra Señora Alcaldesa a pesar de que, casi nunca, le falta razón.


Parece poco adecuado utilizar este espacio que nos brinda la Cadena SER para hablar bien de algo o de alguien, en el convencimiento de que si hay algo positivo ya se encargarán los responsables de pregonarlo a los cuatro vientos, hastiados como estamos del autobombo de las administraciones públicas. Si el éxito tiene muchos padres mientras que el fracaso es absolutamente huérfana, a veces en estas columnas tratamos de hacer la prueba de paternidad a esos fracasos.


Pero no somos justos, y me pongo el primero. En esta ciudad moribunda, en esta Andalucía adormilada, en este estado español azotado por la crisis, aún hay muchas razones para la esperanza, aún hay mucho que alabar. Y es que, entre tanta mal dato económico, entre tanta noticia de la crónica negra, ocultados por las cirugías nasales de unas y las infidelidades de otros, subsisten muchos ciudadanos, muchas personas que merecen que, de vez en cuando, alguien les dedique una columna.


Podemos hablar, por supuesto, de esos cooperantes que cuelgan en el perchero una vida de comodidades y cruzan el mundo para hacer la vida más fácil a otros con los que sólo comparten (y no es poco) su condición de seres humanos. Misioneros o cooperantes, según los mueva la fe o la solidaridad, son ejemplo de una actitud de vida ejemplar en una sociedad tan egoista como la nuestra. Pero no son los únicos.


Porque, si escarbamos un poquito, nuestras calles están llenas de personas de buen corazón que se preocupan por los demás. La señora que compra los mandaos de su vecina anciana para que no tenga que salir a la calle en un día de lluvia. El que entrena a un equipo de niños para que disfruten de su deporte preferido. Quienes acuden a una llamada solidaria disponiendo de su tiempo libre para ayudar a los demás. Los que mantienen su espíritu reivindicativo y se constituyen en plataforma en la defensa de lo que ellos creen mejor para sus conciudadanos. Aquellos que se manifiestan contra la tiranía, la opresión, la injusticia, la pobreza o cualquiera de esas lacras que sacuden esta sociedad corroida por el egoismo.


Todos esos que anteponen el nosotros al yo, los que miran por el prójimo tanto como por uno mismo, esos que creen en la esperanza de un futuro mejor que pasa por la utopía del espíritu colectivo merecen un recuerdo en cualquier columna de opinión. Lo merecen siempre. Pero hoy, especialmente. A ellos Felices Fiestas.


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